jueves, 12 de febrero de 2009

La Primera Guerra Mundial

El primer derribo aéreo de la historia ocurrió durante la Gran Guerra, el 5 de octubre de 1914, cuando los franceses Frantz y Quenaud, desde su avión de reconocimiento Voisin, derribaron un avión alemán con un fusil ametrallador de infantería.

Sin embargo, podemos considerar que la historia de los cazas comienza con el desarrollo del monoplano Fokker EI por Alemania. Este avión contaba con una novedosa característica: en vez de necesitar a un segundo tripulante que disparase la ametralladora, la tenía fija en la parte posterior, estaba asistida por el piloto y estaba sincronizada con las hélices, de tal modo que no las dañase al disparar. Este modelo y principalmente una versión mejorada (el Fokker E III) dieron a los alemanes una rápida superioridad aérea al principio de la guerra, apenas contestada por los Airco D.H.2 británicos.

No obstante, poco después harían su aparición los sobresalientes sesquiplanos Nieuport 11 bébé franceses, que con su gran maniobralidad pronto contuvieron a los Fokker monoplaza alemanes. Desde principios de 1916 hasta finales de ese mismo año, la Entente dominó los cielos del campo de batalla con aviones tales como el manejable Nieuport 17 francés y el Spad S.VII francés, mientras que nuevos desarrollos alemanes, como el Albatros D II y el menos capaz (aunque netamente superior en trepada a todos los anteriores) Halberstadt D II, comenzaron a contestar a dicho poderío.

El avión que devolvería el control del cielo a las potencias centrales sería el Albatros D III, que combinaría con gran éxito la robustez del Albatros D II con la célula sesquíplana de los Nieuport. Tuvo unos formidables competidores en los británicos Sopwith Pup y Spad S.XIII, que poco a poco devolverían a la Entente su superioridad.

Un caza antiguo: el Boeing P26 Peashooter cuyo vuelo inaugural se produjo en 1932.

Aparecerían por aquel entonces los primeros triplanos. El Sopwith Triplane volaría con la marina británica a partir de febrero de 1917. A pesar de su corta vida operativa, el Triplane impactaría tanto a los germanos que se apresuraron a desarrollar su propio triplano, el Fokker Dr I, muy famoso por ser la montura favorita del As Manfred von Richthofen, llamado "El Barón Rojo". Estos aparatos comenzaron a aparecer en los campos de batalla en octubre de 1917.

Por aquel entonces, el control aéreo ya era de la Entente. A principios de 1918, los británicos Sopwith Camel, R.A.F. S.E.5 y posteriormente el Sopwith Snipe dominaban los cielos de Francia frente a unos competentes, aunque numéricamente inferiores Pfalz DXII y Albatros D.V, y a pesar de enfrentarse al mejor caza de toda la guerra, el Fokker D.VII.

Cabina de un caza moderno.

Periodo de Entreguerras

Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, las naciones triunfantes solicitaron aviones Fokker D.VII para su estudio aerodinámico. Obtuvieron grandes progresos y fue así como los perfiles de las alas comenzaron a evolucionar. Aparecieron torneos como el trofeo Schneider para hidroaviones lo cual mantuvo el ritmo de avance de la industria por lograr mejores motores y superficies. Un ejemplo de esto fue que el Supermarine serie S, logró ganar la copa tres veces, y fue la base para el Supermarine Spitfire. Los fuselajes se tornaron completamente metálicos y las alas eran lo suficientemente gruesas para alojar estructuras como el tren de aterrizaje, depósitos de combustible y ametralladoras.

La Segunda Guerra Mundial

Al comenzar la invasión de Polonia, la Luftwaffe alemana estaba perfectamente equipada con sus nuevos aparatos.

Los novedosos movimientos de la Blitzkrieg alemana necesitaban de un abundante apoyo aéreo y, por lo tanto, la superioridad sobre las zonas de combate era un objetivo primordial para la Luftwaffe. Los cazas alemanes utilizados para este propósito fueron unos 200 Messerschmitt Bf 109 y una centena de los novísimos cazas pesados Messerschmitt Bf 110, que debieron enfrentarse a unos 150 anticuados cazas polacos PZL P.11 y PZL P.7.

La guerra sorprendió a las fuerzas aéreas británicas y francesas en pleno proceso de rearme. El principal caza británico del momento era el Gloster Gladiator, un biplano. Los más modernos Supermarine Spitfire y Hawker Hurricane apenas acababan de hacer su aparición cuando comenzó la guerra.

La guerra fría

El final de la Segunda Guerra Mundial trajo una revolución en los aviones y fue el turborreactor que eliminó la hélice de los aviones caza, abriendo una nueva época de estudios en cuanto a superficies de control, sistemas de puntería y armas de ataque.

Durante la década de los cincuenta se estudió la velocidad, se mejoraron los sistemas de control como los elevadores, que presentaban un problema a altas velocidades en cazas como el F-86 Sabre y comenzó el uso de sistemas de radar para la puntería. Este último detalle hizo la diferencia con los MiG-15 Fagot, que aunque maniobrables y fuertemente armados, no contaban con sistemas de puntería.

En los sesenta el caza supersónico fue prioridad, y se masifican los misiles guiados, por calor y radar. Modelos como el MiG-21 y el F-100 Super Sabre, comienzan a verse sobre los cielos.

Un moderno Eurofighter Typhoon en vuelo.

El presente y el futuro cercano

En algún momento se pensó que los aviones de caza dejarían de utilizar el cañón y se llegaron a fabricar modelos de caza desprovistos de esta arma, portando solo misiles, pero tuvieron poco éxito y, aunque sea de forma testimonial, la mayor parte de los cazas actuales van provistos de él.

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